Y la racha de la entrada anterior no había terminado ahí. A la mañana siguiente viajamos a Capital Federal porque teníamos una Comunión allá. Ni bien nos bajamos del tren, mientras esperábamos el micro, charlaba con la amiga con quien viajé cuando un borracho se le cayó encima y se fue corriendo. Cuando vuelvo a mirar, mi amiga Melian tenía todo el cuello rojo: el tipo le había arrancado la cadenita que traía.
Así que en menos de 15 horas tuve el segundo robo en que robaban enfrente mío a la persona con quien yo estaba. Una locura. O una racha diabólica.
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1 comentario:
Los encuentros con la violencia urbana y la marginalidad son duros y aleccionadores. Hay que cuidarse mucho. Ojo que esto curre también en los paises del "primer mundo"
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